Leticia Margarita y las compras compulsivas

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Leticia Margarita y las compras compulsivas

Aquella fría mañana de enero, Leticia Margarita despertó en su bello y funcional departamento de la colonia Lomas del Valle. Se asomó por la ventana y vio la calle poco iluminada, casi sombría, por lo temprano de la mañana. Miró el reloj y supo que eran apenas las 5:45 a.m. Se dirigió al baño para tomar una ducha de 15 minutos.

Leticia Margarita y las compras compulsivas 

Por Juan Roberto Zavala

Aquella fría mañana de enero, Leticia Margarita despertó en su bello y funcional departamento de la colonia Lomas del Valle. Se asomó por la ventana y vio la calle poco iluminada, casi sombría, por lo temprano de la mañana. Miró el reloj y supo que eran apenas las 5:45 a.m. Se dirigió al baño para tomar una ducha de 15 minutos.

Conforme el agua caía por su cuerpo, diversos sentimientos la asaltaban: tristeza, desatención, soledad, incomprensión y el saberse carente de horizontes claros en la vida. Esa frustración, esos sentimientos, la llevaban a decirse “estoy aburrida”, “estoy angustiada”, y la hacían concluir que le faltaba sentido a su vida. Sabía que debería presentarse a las nueve de la mañana en la tienda de decoración donde trabajaba, pero también sentía ya ese impulso irreprimible, ese afán desmedido por adquirir cosas. Tenía la certeza de que sólo gastando, sólo comprando objetos, muchas veces innecesarios, aliviaría momentáneamente su ansiedad, al identificar erróneamente la felicidad, la seguridad y el bienestar emocional, con el consumo.

EXCITACIÓN POR LAS COMPRAS
El solo pensar en las compras la llevaba también a altos niveles de excitación, por la falsa idea de mejorar su autoestima y el oculto deseo de obtener admiración de demás. Es decir, a través de los objetos adquiridos, quería también la envidia de los vendedores, de sus familiares y de sus amigos. Después de vestirse, se dirigió a la cocina, donde María, su fiel empleada doméstica de tantos años, le preparó aquellos huevos motuleños que tanto le gustaban. Al terminar el desayuno, tomó la decisión y habló a la empresa para avisar que por sentirse enferma no asistiría al trabajo. Colocó en su bolso las tarjetas de crédito y se dirigió hacia el “Mall” más elegante de la ciudad. Iría de compras… ¡Era una compradora compulsiva!

NUEVAS ADICCIONES

En su obra Las nuevas adicciones, Cesare Guerreschi dice que las compras compulsivas forman parte de las new addictions; de todas aquellas dependencias cuya fuente no es una sustancia, sino un comportamiento, y que, como su nombre lo indica, la patología no radica en comprar, sino en el carácter compulsivo que esta actividad adquiere. Refiere también que, para 1915, Kraepelin describía la “manía de comprar” u “oniomanía”, como un impulso patológico a comprar y que Bleuler, en 1924, lo incluye entre los impulsos reactivos. Agrega que, en el ámbito nosográfico, el comprar compulsivo puede incluirse en la familia de los trastornos de personalidad obsesivo-compulsivos y que este comportamiento apunta al alivio de un estado de malestar, más que a la consecución de placer. Independientemente de estas consideraciones, y a partir del siglo XIX, el problema es cada vez más frecuente en nuestra sociedad, empujada al consumo por la publicidad y los medios de comunicación, pero sobre todo en aquellos países con altos niveles económicosy en toda sociedad donde, más importante que ser, es tener.

ADICCIÓN AL CONSUMO
Ejemplo de ello es que, según el Informe Europeo sobre Adicción al Consumo, una tercera parte de los ciudadanos de la Unión Europea tienen problemas de autocontrol, y entre el uno y el cinco por ciento son adictos a las compras; y en los Estados Unidos, algunas investigaciones estiman que el porcentaje de compradores compulsivos se ubica entre el 1.1 y el seis por ciento de la población. Por otra parte, y aunque los medios de comunicación argumentan que toda publicidad está encaminada a hacer más cómoda la vida del consumidor, la realidad es que festejos como el “Día de la madre”, “La Navidad”, “El Día del compadre” y tantos otros, favorecen, con mucho esa vía de escape a la falta de autoestima, que es la compra de objetos, muchas veces innecesarios, y de lo que frecuentemente nos arrepentimos.

CATEGORÍAS
Sorretino, neurólogo y miembro de la Academia Norteamericana de Neurología, citado por Guerreschi, analizó los productos predilectos de los adictos a comprar, y los clasificó en cuatro categorías: Para concluir, y dado lo complejo de este fenómeno, que afecta la vida de los que lo padecen y que se refleja en perjuicio de sus familias y amigos, trascribimos el siguiente texto de la revista Consumer.es EROSKI, con el que nos alertan y aconsejan sobre estas conductas.

Los coleccionistas, que se dedican sólo a determinados objetos en particular.
Los omnívoros, que compran de todo sin distinción.
Los maníacos del negocio, que gustan de adquirir objetos de toda clase, con tal de que sea a un precio ventajoso.
Los compradores virtuales, que navegan mucho por Internet y compran a través de la red.

Nos hallamos en situación de alarma si…
Cuando nos sentimos tristes, deprimidos o enojados, lo único que nos calma es ir de compras.
Compramos con frecuencia cosas poco útiles, que después nos arrepentimos de haber adquirido.
Tenemos la casa llena de artículos que no hemos usado y que nos resultan inservibles.
Nos precipitamos a la hora de comprar, porque no podemos controlar nuestros impulsos.
Del entono familiar y de amigos nos llegan mensajes críticos por nuestra desmedida afición a comprar.
A pesar de haber comprado muchas cosas o haber realizado un gran gasto, nos sentimos insatisfechos cuando reflexionamos en casa sobre los objetos adquiridos.
Vemos que se nos va el dinero sin darnos cuenta, y a menudo estamos
irritados por haber gastado tontamente.
Cuando vemos algo que nos gusta, no paramos hasta comprarlo.
Adquirimos productos “milagro” que intuimos o sabemos inútiles.
Cuando recibimos el extracto de la tarjeta de crédito, nos sorprende sobremanera la cantidad e importe de las compras que hemos hecho.
Nuestro tiempo libre lo dedicamos preferentemente a visitar los centros comerciales o a ir de escaparate en escaparate.

Soy un compulsivo. ¿Qué puedo hacer?
Piense qué quiere, qué le pasa, cómo se encuentra y busque qué alternativa existe, distinta de la de ir de compras. Recupere viejas aficiones o incorpore nuevas, y cultive sus amistades.
Hable de su problema con personas de su entorno o con aquéllas que lo hayan superado.
Antes de salir de compras, redacte minuciosamente una lista con el propósito firme de no salirse de ella. Cada nuevo producto debe tener su propia justificación.
Compre con dinero en metálico y deje su tarjeta de crédito en casa.
Antes de comprar algo, piense en la utilidad que va a darle, y, si no la tiene, desista de su intención inicial.
Revise semanalmente la marcha de su economía, el listado de gastos y en qué se han producido. Subraye en rojo los gastos inútiles o poco justificados.
Si algo le gusta, no lo compre de inmediato, concédase unos días, coméntelo con alguien y, posteriormente, decida.
Si está convencido/a de que no puede superar su adicción o ha fracasado en varios intentos, acuda al psicólogo.
La empresa no es fácil, pero recuerde que cada vez que controlamos impulsos irracionales que nos perjudican, y los vencemos, hemos conseguido una victoria que nos hace más libres. Las adicciones nada tienen de bueno, y, cuando las vencemos a base de inteligencia, voluntad y esfuerzo, reafirmamos nuestra personalidad y mejoramos nuestro equilibrio emocional y calidad de vida.