La “Encíclica Verde” y la ciudad de Monterrey

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La “Encíclica Verde” y la ciudad de Monterrey

Con motivo de que recientemente Dolores Barrientos, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente,  dio a conocer que Monterrey es la ciudad más contaminada del continente americano, superando en sólo un par de años su anterior clasificación de la más contaminada de México, los regiomontanos debemos aprovechar el llamado del Papa Francisco a salvar el planeta…
La “Encíclica Verde” y la ciudad de Monterrey
Juan Roberto Zavala
Con motivo de que recientemente Dolores Barrientos, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente,  dio a conocer que Monterrey es la ciudad más contaminada del continente americano, superando en sólo un par de años su anterior clasificación de la más contaminada de México, los regiomontanos debemos aprovechar el llamado del Papa Francisco a salvar el planeta, tomando conciencia de realizar cambios de estilo de vida, de producción y de consumo.
En su Encíclica “Laudato si (alabado seas, en latín) sobre el cuidado de la casa común”, entre otras cosas el Papa dice que aunque para él el cambio climático ocurre de forma natural, estudios científicos muy sólidos indican que el calentamiento global es real y resultado principalmente de la actividad humana y de no limitarlo se reducirá la cantidad de agua potable, dañando la agricultura, provocando la extinción de alguna plantas y animales, acidificará los océanos y aumentará el nivel del mar.
Las enseñanzas del Papa contenidas en la Encíclica, a decir de José Luis Lezama, en su artículo El evangelio ambiental del Papa Francisco, “permiten entender la crisis ambiental en su dimensión profunda, y permiten a la vez valorar la magnitud del esfuerza requerido para su superación. Las ideas ahí contenidas no son, por supuesto, originales, ni son de la autoría papal; son ideas que han circulado desde hace tiempo en los ámbitos intelectuales del mundo, en algunas organizaciones de la sociedad civil, en las discusiones de algunos de los pensadores más lúcidos dentro del campo de la ecología, de la política, de la sociología, de la economía ambiental, de la filosofía y del pensamiento político”.
“Tienen que ver con una interpretación de la crisis ambiental contemporánea,  en la que los factores que la producen no se limitan a la ecología, sino que tiene que ver con la economía, con la política, con el poder y con las relaciones sociales,  que no solo coloca a los humanos en condiciones de pobreza y  desigualdad, sino que también establece y mantiene relaciones de explotación, subordinación y sometimiento con el mismo humano”.
Por eso la Encíclica de Francisco nos lleva a reflexionar sobre la realidad de nuestra ciudad, que como lo han dicho y escrito numerosos ecologistas, padece una fuerte contaminación del aire, producto de las plantas industriales que se ubican en la periferia, especialmente en el municipio de Cadereyta; a los numerosos autos y camiones que diariamente transitan por nuestra ciudad, emitiendo gases tóxicos, pues no existen o no se cumplen regulaciones en materia de emisión de gases; a las empresas dedicadas a la extracción de piedra para elaborar cemento, que dañan nuestras montañas y los polvos que levantan, a los pulmones de los regiomontanos; y a la deforestación que se ha venido dando desde principios del siglo XX, la que en aras del progreso casi no ha dejado plazas y jardines.
Solo en cuanto a la contaminación del aire es de recordar que un informe de la ONU, de 2013, nos dice que nuestra ciudad capital registra 38 microgramos de PM (partículas contaminantes) 2.5 por metro cúbico; la ciudad de Guadalajara 13 microgramos de PM y la ciudad de México 25 microgramos y que las autoridades de salud han dicho que la contaminación del aire en las ciudades pone en situación adicional de riesgo a las personas de contraer cáncer de pulmón, otras enfermedades respiratorias y del aumento de casos de asma en niños y jóvenes.
Pensamos, entonces, que la ahora llamada “Encíclica verde” del Papa Francisco es una oportunidad y una invitación y tal vez nos convenza a todos los regiomontanos y al mundo en general,  para ahora sí tomar medidas prácticas, ya conocidas desde hace varios años, pero no respetadas, para reducir la contaminación, como el poco uso de los automóviles particulares y la utilización masiva del transporte público, como el metro y los camiones de pasajeros; la regulación en materia de emisión de gases; la eliminación de las pedreras alrededor de la ciudad de Monterrey; la ubicación en otros municipios, fuera del área metropolitana, de las empresas más contaminantes y la eliminación de los pequeños pero muy numerosos tiraderos de basura a cielo abierto.
Otra medida, muy sencilla pero de alto beneficio para la salud pública sería el compromiso y cumplimiento de que cada familia regiomontana plante, riegue y cuide dos o tres árboles, que pueden ubicarse en jardines particulares, plazas públicas, camellones y que cada nuevo fraccionamiento destine realmente el 20 por ciento de su superficie a jardines, que deberán entregarse  a los vecinos,  ya forestados.
Solo así, con medidas como estas y apoyadas con fuertes campañas de los medios de comunicación, las universidades, las iglesias, los empresarios y la sociedad en general,  Monterrey,  nuestro país y el mundo entero podrán continuar  su acelerado desarrollo económico y social, libres de presiones sobre sus recursos y el medio ambiente.